El general Paco Moncayo, exalcalde de Quito y una de las figuras que más transformaron la ciudad entre finales de los 2000, analiza la situación actual de la capital.

En esta conversación aborda la pérdida de eficiencia municipal, la ruptura de la planificación, el impacto del modelo centralista, la disputa política entre autoridades, la movilidad, la falta de liderazgo y la enorme deuda pendiente hacia el 2034, cuando Quito cumplirá 500 años.

P. Muchos quiteños sienten que la ciudad se estancó y que el retroceso es evidente. ¿Comparte esa percepción?

Sí. Y no es solo una percepción, Quito ha retrocedido de manera objetiva en casi todos los aspectos. Y ese retroceso tiene una fecha: desde 2009. En ese año cuando la ciudad abandonó un modelo de planificación que venía funcionando y adoptó un esquema político-ideológico que terminó desarmando lo avanzado.

Lo que se construyó durante años, visión de ciudad, metas, ordenamiento, continuidad, se frenó por completo. Hoy se reacciona sobre la marcha, sin una estrategia clara ni metas consensuadas.

Quito dejó de funcionar como Distrito Metropolitano, que es un modelo avanzado que permite planificar de manera integral: servicios, movilidad, territorio, crecimiento, riesgo, medio ambiente, estructura administrativa.
Todo eso quedó reducido a un municipio tradicional.

Se desmantelaron sistemas de medición y evaluación como el Balanced Scorecard, que permitía hacer seguimiento real de los proyectos. Hoy puede haber miles de obras pequeñas, pero eso no dice nada del cumplimiento de metas estratégicas. La ciudad perdió capacidad de mirar el largo plazo.

Lo que hacíamos 5.500 personas, hoy lo hacen 24.000, y no lo hacen mejor. Esto se originó en la lógica del socialismo del siglo XXI: crear secretarías, vicesecretarías, direcciones, cargos y más cargos para sostener una visión política, no una visión de ciudad.

Ese crecimiento desordenado disparó el gasto corriente y debilitó la capacidad técnica. Más funcionarios no significan mejores resultados. Significan menos eficiencia y más lentitud.

P. El actual alcalde argumenta que no puede avanzar porque el Gobierno no entrega recursos. ¿Coincide?

No. Cada nivel de gobierno tiene sus propias competencias y recursos. Y en Quito, los ingresos propios son mayores que las transferencias del Estado.

El Gobierno central no es que no quiere… no puede, está enfrentando una guerra interna, un déficit enorme y una crisis económica compleja.

El Municipio debe planificar con lo que tiene y priorizar. Lo que no puede hacer es responsabilizar permanentemente al Ejecutivo de su falta de resultados.

P. ¿Entonces la disputa entre el Presidente y el Alcalde afecta la gestión municipal?

Por supuesto. Y también demuestra una falta de método. Si el Alcalde quiere apoyo del Presidente, debe conversarlo primero, no lanzar pedidos en discursos solemnes para luego convertir eso en un reclamo político.

La ciudad necesita coordinación, no protagonismos. Al ciudadano no le importa si el alcalde es de izquierda o derecha: quiere movilidad, limpieza, seguridad, transporte y servicios funcionando.

Quito tiene Metro, Trole, Ecovía, buses alimentadores, rutas privadas… pero no funcionan como un sistema único. No hay una sola tarjeta, no hay interoperabilidad, no hay coordinación operativa. Cualquier ciudad moderna tiene eso resuelto desde hace años.

La movilidad requiere una autoridad metropolitana técnica y estable, no cambios de criterio cada cuatro años.
La ampliación del Metro no es competencia del Gobierno central, es competencia del Municipio. Aquí se mezclan responsabilidades para trasladar culpas hacia arriba.

El Ejecutivo puede apoyar, sí, pero el Metro es un sistema municipal, y las decisiones sobre su expansión deben ser técnicas, no políticas.

P. ¿Qué hace falta para recuperar el rumbo de la ciudad?

Tres cosas:

  1. Liderazgo y visión técnica: Quito necesita autoridades que entiendan el modelo metropolitano, no que lo reduzcan o lo ignoren.
  2. Reordenar la estructura municipal: no puede seguir sosteniendo una burocracia de 24.000 funcionarios sin resultados. Se deberían hablar en segundo debate el modelo de las autonomías de cada Administración Zonal, para que cada una trabaje como si fueran pequeñas alcaldías. Un acuerdo de ciudad: Quito necesita un plan a 10–15 años que no cambie con cada alcalde.

Lo que no sirve es improvisar. Y eso se ha vuelto costumbre. Pero para esto, la sociedad civil también tiene responsabilidad. En que la ciudad no es del Alcalde ni del Concejo.

Los vecinos deben involucrarse: mantener su barrio, organizarse, vigilar, exigir cuentas, apoyar proyectos comunitarios.

En mi barrio hacemos mingas, reuniones, actividades permanentes. En ciudades como Nueva York, la gente vive, sueña y trabaja en su ciudad; por eso la defiende. Aquí necesitamos volver a sentir eso.

P. Quito cumplirá 500 años en 2034. ¿Cómo ve a la ciudad camino a esa fecha?

Con preocupación. Si seguimos con las tendencias actuales, llegaremos a 2034 como un infierno urbano: desorden, movilidad colapsada, servicios desiguales, falta de objetivos.

Y hay un problema adicional: hay ideologías que incluso cuestionan celebrar el 6 de diciembre, como si fuera una fecha vergonzosa. Sin acuerdos mínimos ni identidad compartida, es imposible construir un proyecto de ciudad.

Quito necesita un plan serio para llegar a su Quinto centenario con una ciudad moderna, ordenada, productiva, competitiva y amigable.

P. ¿Qué le diría hoy a los quiteños, un día antes de celebrar la fundación?

Que cuidemos más la ciudad y recuperemos el sentido de pertenencia. No importa si nacimos aquí o llegamos después: si vivimos en Quito, si trabajamos aquí, si educamos aquí a nuestros hijos, entonces esta es nuestra ciudad. Y debemos defenderla entre todos.

Con planificación, liderazgo y compromiso ciudadano, Quito puede volver a ser la ciudad que admiramos. (EC)

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