Más allá de la seguridad, ¿hay otros beneficios al dejar que existan bases militares extrajeras? La propuesta del presidente de la República, Daniel Noboa, de permitir la instalación de bases militares extranjeras en Ecuador ha generado debate entre analistas y especialistas en seguridad, soberanía y relaciones internacionales.
El proyecto de reforma constitucional, que busca eliminar la prohibición vigente desde 2008, será sometido a referendo nacional, donde los ciudadanos decidirán si aprueban o no la medida. Mientras el Gobierno argumenta que la cooperación internacional es clave para combatir el crimen organizado, hay quienes ven riesgos y otros que ven beneficios.
Posturas a favor y en contra de las bases militares
El exjefe de inteligencia militar, Mario Pazmiño, y Amanda Medina, máster en seguridad pública, coinciden en que hay un pensamiento errado sobre creer que una base extranjera soluciona el problema de inseguridad del país, aunque no niegan que Ecuador necesita apoyo externo para enfrentar la creciente violencia ligada al narcotráfico y al crimen transnacional. Según ellos, la presencia de fuerzas militares extranjeras podría reforzar la seguridad, mejorar la vigilancia aérea y marítima, y facilitar el intercambio de Inteligencia y tecnología.
“Ecuador no puede combatir solo una amenaza global como el narcotráfico. Las alianzas estratégicas con potencias militares pueden fortalecer su capacidad operativa”, destaca Medina.
Por otro lado, el sociólogo Francisco Espinoza, advierte que la presencia de bases extranjeras no resolverá los problemas estructurales de seguridad.
“La violencia en el país responde también a la desigualdad social y la corrupción”, destaca Espinoza al agregar que, desde una perspectiva geopolítica, abrir las puertas a bases militares extranjeras “podría afectar la soberanía nacional y generar tensiones diplomáticas con otros países de la región”.
Pazmiño dice que es importante saber que –de aprobarse la pregunta en la consulta popular– el país no construirá un cuartel para los soldados del exterior, sino que ocuparán un cuartel militar ya existente, algo que se conoce como cuarteles de avanzada.
Pese a las diferencias, los expertos coinciden en que Ecuador enfrenta un escenario de inseguridad sin precedentes y que requiere estrategias de cooperación internacional. No obstante, la discusión se centra en cómo implementar esa ayuda sin comprometer la autonomía ni la política exterior del país.
El resultado del referendo “definirá no solo la posibilidad de permitir bases militares extranjeras, sino también el rumbo de la política de seguridad ecuatoriana en los próximos años”, dice Espinoza. Detalla que dependerá del Gobierno determinar las funciones y límites de los soldados extranjeros en suelo ecuatoriano. “Un error del Gobierno de (Daniel) Noboa es no socializar los alcances. ¿Quién o bajo qué normativa se juzgaría a estos soldados extranjeros si cometen faltas en suelo ecuatoriano?”, cuestiona.
Por su parte, Medina dice que poco se habla de “los beneficios más allá de la seguridad de una base extranjera”.
¿Una base militar extranjera puede tener beneficio más allá de la seguridad?
Las bases militares extranjeras no son solo un espacio militar. También tienen efectos económicos, políticos y sociales.
La experta en seguridad pública, Amanda Medina; y el abogado civil, Juan Hurtado, detallan que estos espacios generan inversión y gasto local: el personal extranjero consume bienes y servicios (vivienda, alimentación, transporte, ocio), lo que puede dinamizar la economía local, especialmente en zonas con poco desarrollo.
Además, destacan que puede existir asistencia o compensaciones: algunos acuerdos incluyen ayuda económica, cooperación técnica o donaciones militares.
En países como Italia o España: las bases de la OTAN han generado empleo y cooperación, pero también protestas por autonomía y seguridad ambiental. (AVV)

