La historia de la pavimentación del barrio El Rosal, al sur de la ciudad, ha sido un largo camino marcado por inconvenientes y perseverancia de sus moradores. El proyecto se firmó en agosto de 2021, durante la administración del ingeniero Jorge Bailón, como parte del convenio de pavimentación de barrios de Loja, etapa 1, que incluía a diez sectores de la ciudad.

Sin embargo, no fue hasta noviembre de 2022 que la empresa SIMAR Constructores inició los trabajos. Las paralizaciones por desacuerdos con la Municipalidad y la falta de continuidad hicieron que la obra se detuviera en diciembre de 2023. Tras la terminación unilateral del contrato, el proyecto quedó paralizado por once meses, hasta que en octubre de 2024 el Municipio retomó la ejecución mediante administración directa.

“Fueron meses muy duros. En verano el polvo afectaba la salud de niños y adultos; en invierno, el lodo hacía imposible caminar. Hubo caídas, vehículos dañados y ni los taxis querían entrar al barrio”, recuerda Gretty Gómez Flores, presidenta del barrio. La preocupación por falta de obras obligó a sus pobladores a organizar plantones, acudir a medios de comunicación para exigir la reanudación de los trabajos.

Durante la administración del licenciado Franco Quezada, se logró un avance importante en las obras hidrosanitarias, aunque el ritmo fue irregular por emergencias cantonales, demoras en la adquisición de materiales y temas jurídicos. A finales de julio de 2024, la alcaldesa Diana Guayanay asumió el compromiso de priorizar el proyecto, logrando resultados visibles: la pavimentación de la calle Sixto Durán Romero, parte de Rosario Castellanos y la vía principal Ángel Valarezo, que ya cuenta con su primera capa de asfalto.

“Estamos agradecidos porque ahora sí vemos hechos”, señala Gretty Gómez, quien destaca que aún quedan pendientes calles como Eduardo Rubianes, Clodoveo Castillo Astudillo, José Martínez Ruiz, Sebastián Valdivieso Peña, Rubén Darío, Miguel de Unamuno, Federico García Lorca y Benito Pérez Galdós.

Para los moradores, estos avances significan un alivio inmediato. “Antes vivíamos entre polvo y lodo; ahora nos sentimos felices de ver la entrada asfaltada. Se nota el cambio, sobre todo en la salud y al conducir”, comenta Joan Aguilera, vecino del sector.

De igual forma, Odalys Condoy, moradora de la última etapa del barrio, expresó su satisfacción por el progreso alcanzado: “Estamos contentos porque se acabó el polvo, que afectaba sobre todo a los niños. Ahora con la nueva pavimentación podemos subir tranquilos; antes la moto patinaba, el bus no podía entrar y teníamos que caminar. Hasta usábamos mascarillas por el polvo. Solo pedimos que terminen toda la obra, porque esta felicidad no es solo para el barrio, sino para todos los que nos visitan”.

La directiva del barrio mantiene su compromiso de seguir vigilando hasta que se concluya la obra. A futuro, aspiran a mejorar la infraestructura con la construcción de una casa comunal, paradas de bus, soterrado de cables, áreas verdes ornamentales y huertos urbanos.

“El sueño es tener un barrio limpio, seguro, solidario y ordenado. Hemos demostrado que cuando los vecinos se unen y persisten, las obras llegan”, concluye Gómez.

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