El clima del planeta atraviesa una etapa de transformaciones aceleradas. A nivel global, los científicos advierten que la temperatura promedio podría superar el umbral de 1,5 grados centígrados respecto a los niveles preindustriales, una línea crítica señalada por el Acuerdo de París. Esta situación no solo implica un aumento general del calor, sino también una mayor frecuencia de eventos climáticos extremos: inviernos más fríos, veranos más intensos, lluvias concentradas y sequías prolongadas.
Así lo explica Franz Leonardo Pucha, investigador del Observatorio del Clima del Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad Técnica Particular de Loja (UTPL), quien señala que el sistema climático de la tierra responde a patrones globales que se manifiestan de manera distinta según la región. En países cercanos a la línea ecuatorial, como Ecuador, el clima no se define por estaciones clásicas, sino por épocas lluviosas y secas. A escala nacional, la temporada lluviosa suele extenderse de diciembre a marzo o abril, mientras que la época seca va, en términos generales, de septiembre a noviembre, aunque con variaciones importantes según la región.
En Loja, la UTPL mantiene un monitoreo meteorológico continuo desde 2011, lo que ha permitido identificar comportamientos específicos. De acuerdo con estos registros, la ciudad presenta una época seca marcada entre septiembre y noviembre, y una época lluviosa que inicia en diciembre y puede extenderse hasta marzo o abril. Además, existen meses críticos: julio suele ser el más frío del año, mientras que noviembre registra las temperaturas más altas. En cuanto a la distribución espacial, el sur de la ciudad presenta mayores niveles de precipitación y temperaturas más bajas, mientras que el norte es más seco y cálido.
Uno de los factores clave que inciden en el comportamiento del clima para el próximo año es el océano Pacífico. Pucha explica que la evaporación del mar es determinante para la formación de lluvias. Cuando la temperatura del mar aumenta, se produce el fenómeno de El Niño, caracterizado por lluvias intensas, especialmente en la Costa. En contraste, cuando la temperatura del mar disminuye, se presenta La Niña, asociada a sequías. Para finales de 2025 e inicios de 2026, los modelos climáticos pronostican una Niña leve, lo que implicaría menor disponibilidad de agua y posibles afectaciones al sector hidroeléctrico, agrícola y pesquero.
En el caso de Loja, los efectos de La Niña no se manifiestan tanto en la reducción de lluvias como en cambios más marcados de temperatura. Los cielos despejados durante el día generan un incremento significativo del calor, mientras que en las noches el descenso térmico es abrupto. Registros recientes evidencian temperaturas cercanas a los 5 grados centígrados en la madrugada y picos de hasta 26 o 27 grados durante el día, un contraste que, aunque puede considerarse normal, se intensifica bajo este fenómeno.
Desde la UIDE, Cecilia Puertas, bióloga y docente investigadora de la Escuela de Ingeniería Industrial, coincide en que el cambio climático está redefiniendo los patrones conocidos. Advierte que el próximo año podría ubicarse entre los más calurosos de la historia reciente y que una de las principales características del calentamiento global es la intensificación de los extremos: lluvias más fuertes en menos tiempo y sequías más severas. Este escenario se ve agravado por factores locales como la deforestación y la pérdida de cobertura vegetal, que reducen la capacidad de regulación climática de los ecosistemas.
Ambos expertos coinciden en la necesidad de que las autoridades actúen de forma preventiva. La planificación basada en pronósticos climáticos puede reducir costos y daños futuros. Mantener ríos limpios, planificar el abastecimiento de agua para consumo humano, agricultura y ganadería, y promover el uso eficiente de la energía son acciones clave. Además, la sequedad del suelo incrementa el riesgo de incendios forestales, un problema que ya ha generado graves impactos en la provincia, tanto en la salud de la población como en la fauna y la calidad del aire.
Desde la UTPL, incluso se ha implementado un sistema de monitoreo de calidad del aire que permitió emitir alertas durante los incendios forestales recientes, evidenciando niveles perjudiciales para la salud. Para Puertas, además de las acciones de adaptación, es indispensable trabajar en mitigación: reforestación, reducción de la deforestación y protección de áreas naturales, como medidas que atacan el origen del problema.
Finalmente, los especialistas recomiendan a la ciudadanía y a las autoridades mantenerse informados a través de fuentes oficiales como el INAMHI y organismos internacionales de monitoreo climático como NOAA. Si bien los pronósticos no son exactos, la tecnología ha permitido que sean cada vez más precisos. En un contexto de cambio climático, la información oportuna y la corresponsabilidad social se convierten en herramientas clave para enfrentar un futuro marcado por climas más extremos.
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